El mundo está lleno de seres vivos fascinantes, diversos y delicados. Cada especie tiene un valor por sí misma, por sus características esenciales que la hacen diferente a cualquier otra, pero también un valor como parte de un ecosistema integral, cada uno de cuyos componentes es fundamental para la supervivencia de los demás. Los ecosistemas son sistemas biológicos constituidos por una comunidad de seres vivos y el medio natural en que viven, que comparten el mismo hábitat y que son interdependientes entre sí.
Hoy vamos a hablar de una especie que juega un papel clave en el mantenimiento de un ecosistema propio del Mediterráneo, las praderas marinas, unos bosques submarinos llenos de biodiversidad. Se trata de la posidonia oceánica.
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¿Qué es la posidonia?
Pese a que se trata de un ser vivo fascinante y de gran importancia para los ecosistemas marinos, muchas personas se confunden y piensan que estamos ante un alga. Por eso, antes de nada debemos aclarar: ¿qué es la posidonia? Pues bien, se trata de un vegetal, una planta acuática que forma por sí misma un ecosistema conocido como praderas marinas. Evolucionó a partir de angiospermas que vivían en la zona intermareal (es decir, entre la tierra y el mar), soportando periodos de inmersión, hasta que se convirtió en una especie que dejó de necesitar tierra firme.
La posidonia oceánica se reproduce tanto sexual como asexualmente, por medio de estolones, lo que permite su expansión. Para vivir en el mar, la posidonia ha desarrollado en millones de años de años una serie de adaptaciones morfológicas y fisiológicas. Por ejemplo, las raíces, además de asegurar el anclaje y la absorción de los nutrientes, también le sirven como reserva de oxígeno, que es producido por la fotosíntesis de las hojas. De esta forma, la posidonia puede adaptarse a sustratos faltos de oxígeno.
Hoy, según investigaciones del Instituto Español de Oceanografía, las praderas de posidonia ocupan 1.199 kilómetros cuadrados de la costa mediterránea española, el 14,6 % de la superficie de fondos de plataforma marina ubicados hasta 50 metros de profundidad. Solo se encuentra en en el mar Mediterráneo, donde ocupa un área de alrededor del 3 % de la cuenca, en torno a 38.000 kilóemtros cuadrados.
Funciones de la posidonia en el ecosistema mediterráneo
La posidonia constituye lo que se conoce como “comunidad clímax” en el Mediterráneo: aquella que puede desarrollarse de forma estable y sostenible bajo las condiciones climáticas y edáficas que prevalecen en un estado avanzado de sucesión ecológica. Los bosques de posidonia sirven como bioindicador de la calidad de las aguas marinas costeras, dado que son la puerta de entrada de nutrientes y energía para el resto de la cadena trófica.
Pero además de albergar una notable biodiversidad, las praderas de posidonia cumplen también una función antierosiva, protegiendo la línea de costa. Las hojas que pierde la posidonia en las temporadas de hibernación forman capas sobre la arena de la playa, que amortigua el oleaje y protege la arena durante los temporales. Su retirada precipitada de la arena y su desaparición elimina una barrera natural y puede llevar a la desaparición de las playas.
La posidonia, amenazada
Pues bien, como recuerdan en Hablando en Vidrio, este singular ser vivo, clave en la biodiversidad del Mediterráneo, está amenazado por la acción de los seres humanos. Una de sus amenazas existenciales son las descargas de emisarios submarinos procedentes de depuradoras o plantas desalinizadoras.
La descarga de miles de litros de agua con alto porcentaje de sal altera las condiciones del hábitat de la posidonia, lo que puede tener fatales consecuencias. El proyecto Evaluación por medio de biomarcadores de los efectos de los emisarios marinos y la hipersalinización del agua sobre Posidonia oceánica, dirigido por el doctor Xavier Capó de la Universitat de les Illes Balears y publicado por la revista Science of the Total Environment, pone el foco sobre esta cuestión.
Por otro lado, España ya está abonando una multa impuesta por el Tribunal de Justicia Europeo debido a la mala o insuficiente depuración de varias zonas urbanas, varias de ellas situadas en el Mediterráneo. Los vertidos de aguas sin depurar (con alto aporte de nutrientes y materia orgánica) facilitan la proliferación de algas que aumentan la turbidez del agua y reducen la cantidad de luz que llega al fondo, poniendo en peligro la fotosíntesis de las plantas y macroalgas que viven en el fondo. Además, cuando estas algas mueren son degradadas por bacterias, que consumen una gran cantidad de oxígeno, lo que puede generar una situación de hipoxia que mate a la posidonia.
La proliferación de un alga invasora, la Rugulopterix Okamurae, es ya un problema de primer orden en el Estrecho, y amenaza con afectar gravemente al Mediterráneo, poniendo en riesgo las praderas de posidonia.
Por último, está el riesgo de los fondeos, que están prohibidos cuando se realizan sobre la posidonia. Sin embargo, siguen ocurriendo y causando daños importantes al arrancar, con sus anclas, muchas de estas plantas.
Frente a estas amenazas, hay que incidir en la importancia de la concienciación y exigir actuaciones públicas que acaben de una vez con los vertidos de aguas sin depurar. La otra opción es la repoblación, que se está demostrando viable en un trabajo pionero realizado en Pollença (Baleares).